Mi último post correspondía a fines de julio, días antes de mi partida a la ciudad de Recife. Desde aquel día, todo cambió.
La empresa de fotografía para la cual trabajaba decidió intercambiar de forma “estratégica” a dos de sus colaboradoras. Una de ellas, yo, debía dejar el estado de Ceará para mudarme a Pernambuco y trabajar en otro resort.
La verdad, estaba contenta de conocer otra ciudad de Brasil, pero al mismo tiempo sentía que ya había ganado amistades en Fortaleza, apenas me estaba acostumbrando y ya tenía que volver a hacer las maletas para partir…
El día 1 de agosto llegué a la ciudad de Recife. Esta vez no había nadie para recibirme y en la estación abordé un taxi hasta Porto de Galinhas por un monto de 160 reales (80 dólares).
El viaje a Porto me pareció eterno, esa mañana había tráfico, y yo moría de sueño. Solo quería llegar a la casa alquilada para los fotógrafos y dormir.
Durante los primeros días intenté adaptarme a la casa y al hotel donde prestábamos el servicio de fotografía. Si bien es cierto, los primeros dos meses viví con dos chicas, esta vez me tocó vivir con dos chicos. En esta primera etapa en Porto conocí a Douglas, fotógrafo de Sao Paulo y a nuestro coordinador.

Los primeros días intenté adaptarme al esquema de trabajo de este equipo. Lamentablemente, la escasa ocupación del hotel a inicios de agosto y algunos excesos por parte de los dueños de la empresa adelantaron mi salida.
La decisión fue sumamente dificil. Imaginen por un segundo estar en una ciudad extraña, sin amigos ni familiares, sin empleo a la vista y con su equipo fotográfico en mantenimiento…
Pero bien dicen que todo sucede por algo y que las aguas alcanzan su nivel. Durante mis primeros días de estadía Douglas me presentó a un par de amigos de origen argentino. Una pareja joven de fotógrafos que había montado un photoshop en un hotel cercano a nuestra casa.
De pronto, estando en un país lusoparlante, conocer personas que hablen tu misma lengua ya es un punto en común y motivo de reuniones y conversas. Fede y Agus se convirtieron en mis buenos amigos. Luego de mi renuncia ellos me ofrecieron hospedaje en su casa y finalmente me ayudaron empleándome como parte de Nossa Fotografía, todo eso mientras yo resolvía si quedarme en Brasil o volver a Perú.


A finales de agosto, después de varias semanas de reflexión, decidí quedarme en Pernambuco para continuar mi aventura en Brasil.

Hoy escribo desde la pequeña casa que compartimos mi colega, Douglas y yo en el pueblo de Maracaípe. Exactamente 3 meses después del post anterior. Vivimos a unos metros de una playa hermosa. Mucho surf, arena, sol.
La vida diaria transcurre entre fotografías, marecilla, humedad, limpiacontactos, libros, revistas, algunas latas de cerveza y conversaciones triviales al anochecer. Están los amigos cercanos que nos acompañan, estamos nosotros. La convivencia tiene sus ratos rosa, sus ratos de tedio. Es aprendizaje tras aprendizaje.
Hoy vimos la lluvia y luego compartimos canciones de nuestra infancia. Escenas de un road movie ‘sudaca’ (a mucha honra): un paulista, un santacatarinense y una limeña en una sala, luz tenue y lavada por el humo del tabaco… es sábado a la noche.
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